Siempre que escuchamos la palabra «colesterol» saltan las alarmas. Es automático. Pero no debemos dejarnos llevar por el pánico: dependiendo de qué tipo de colesterol estemos hablando, será bueno o malo que nos haya subido.
Saber diferenciar los dos tipos de colesterol que existen y su relación con el deporte puede ayudarnos a mantener una vida saludable y a dejar de asustarnos cada vez que nos lo nombran. Vamos a ello.
Empezamos aclarando conceptos: el colesterol es una sustancia que se produce de forma natural en el cuerpo, en concreto, en el hígado, aunque también puede provenir de algunos alimentos. Interviene en distintos procesos metabólicos y es necesario para que nuestro organismo funcione correctamente. Hasta aquí todo bien.
El colesterol se transporta a través de la sangre en lipoproteínas (combinación de lípidos, es decir, grasas y proteínas), siendo dos de las más conocidas el LDL (lipoproteína de baja densidad) y el HDL (lipoproteína de alta densidad).
El deporte y la actividad física pueden influir en ambos tipos de colesterol. Te lo resumimos:
La Dra. Elena Refoyo, miembro del equipo médico de Enola y especialista en Cardiología, nos lo deja claro: «realizar una actividad física con ejercicios de intensidad moderada, como mínimo, de 30 minutos durante 5 días a la semana, favorece la disminución clara de tener problemas cardiovasculares e ingresos hospitalarios, así como una reducción del colesterol LDL y un aumento del colesterol HDL».
¿Y qué tipo de deporte es el más adecuado para nuestra edad? La Dra. Refoyo recomienda «realizar una actividad física controlada y regulada que combine ejercicios de resistencia aeróbica, fuerza, equilibrio y flexibilidad».
Además de incluir el deporte en tu rutina diaria, una medida preventiva que siempre te decimos es conseguir una alimentación saludable, alejada de las grasas saturadas y trans, relacionadas con el aumento del colesterol LDL.
El deporte y la dieta saludable son pilares fundamentales para mantenernos en forma y tener un peso adecuado. Debemos tener esto en nuestro radar, pues la obesidad es uno de los principales factores de riesgo para aumentar los niveles de colesterol LDL.
¿A qué se debe esta relación? Las personas con obesidad a menudo consumen más calorías de las que necesitan, lo que puede conllevar a un aumento en la producción de colesterol LDL en el hígado. Aparte de la alta ingesta calórica, la obesidad también está relacionada con la resistencia a la insulina y la inflamación crónica, que pueden acentuar la producción de este tipo de colesterol.
Como ves, para reducir los niveles de colesterol LDL y disminuir el riesgo de enfermedad cardiovascular no hay remedios mágicos: debemos adoptar un estilo de vida saludable, alejado del alcohol y el tabaquismo, y, en caso de que nuestro médico nos lo recomiende, ayudarnos de la medicación correspondiente.